24. mar., 2022

Querida vuelta, velero:

Querido velero:
No sé si te acuerdas, hace ya casi un año desde que te escribí. 
Estoy perdida en nuestras aguas y no te encuentro, no soy capaz ni de distinguir entre las tinieblas un rayo de tu luz.  
Me gustaría poder entender el por qué de este cambio de estación repentino, por qué has decidido tomar una ruta diferente y olvidarte de dónde se encontraban nuestras olas, aquellas con las que nos gustaba jugar hace tiempo. 
¿Te ha llevado el viento? O, ¿has sentido que yo he favorecido a la marea para verte marchar?
Me gustaría saber. 
Saber por qué no te acercas aquí, a un lugar dónde realmente sólo me faltas tú. 
Tú y tus altas velas que me resguardan, ya que en ellas me sentía a salvo. 
¿Dónde estás?
Solo me falta esa inestable voz, ese fuerte grito cuando cambia el rumbo, esa tabla de madera perdida en mitad del mar; rota pero persistente.
Solo me faltas tú. 
Necesito tu sabiduría de nudos de pescador para ayudarme a respirar; quitar aquel que rodea mi garganta y me impide coger aire con normalidad. 
Te necesito.
Y ahora, me siento como esas botellas que dejan abandonadas a la suerte de la marea, esperanzadas de que alguien observe su interior inerte. 
Y yo hoy solo dejo aquel pequeño mensaje.
Ese que salva a la persona pero luego pasa desapercibido, se pierde.
Me siento como ese texto sin remitente, como ave sin rumbo, como botella abandonada a la suerte. 
Me siento como tú.
¿Consigues verte?
La diferencia es que yo sí estaba. 
Aún siendo una niña, el rastro que dejaste, me hizo fuerte.

Con el amor eterno de una náufraga. 
Te quiere, Alba.